Ayer, producto de una conversación, recordé unos sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz. Son la mejor explicación de los triángulos amorosos dichos de una forma decente. Yo sé son demasiado conocidos, pero no por eso dejan de gustarme.
Feliciano me adora y le aborrezco;
Lizardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno no apetezco.
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios enriquezco.
Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mi, ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,
pues ambos atormentan mi sentido:
aquéste, con pedir lo que no tengo;
y aquél, con no tener lo que le pido.
Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón sobre el gusto.
Al que ingrato me deja, busco amante:
al que amante me sigue, dejo ingrata:
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.
miércoles, julio 13, 2005
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Quebien recordar cosas tan lindas. Como tu. Un beso.
Mi querida Nat!!! me da tanto gusto que me visites.
Besos trasatlánticos.
Publicar un comentario